Qué significa ser madre de un hijo o hija neurodivergente y docente a la vez

Ser madre de hijos neurodivergentes y al mismo tiempo ejercer como docente no es solo un desafío: es una experiencia que transforma profundamente la manera en que veo la educación, la familia y la vida misma.

Soy TEA al igual que mi esposo y nuestros cuatro hijos. En casa convivimos con un universo diverso: dos de ellos son TDAH y los otros dos son TDA. Cada uno vive y siente el mundo a su manera, y cada día nos recuerda que no existe una única forma correcta de aprender, de expresarse o de crecer.

Además de madre, soy docente de enseñanza técnico profesional. Eso significa que no solo acompaño a mis propios hijos en su proceso educativo, sino que también enseño a otros jóvenes… y, en más de una ocasión, a mis propios hijos en el aula. Esta situación tiene pros y contras muy reales. Por un lado, contar con herramientas para manejar crisis o desregulaciones en la sala de clases me ha permitido apoyar a otros estudiantes que necesitan estrategias específicas para regularse, organizarse o expresarse. Por otro lado, me he visto enfrentada a cuestionamientos por parte de colegas o familias que notan que mis hijos logran más avances conmigo que con otros docentes, como si fuera una ventaja injusta y no el resultado de años de prueba, error, empatía y adaptación constante.

Sin embargo, lejos de verlo como un obstáculo, para mí ha sido un motor. Porque ser madre de hijos neurodivergentes y docente al mismo tiempo es vivir entre dos mundos que se cruzan: el de la entrega emocional incondicional y el de la responsabilidad profesional. Es aprender a equilibrar las expectativas, cuidar la salud mental propia y de los demás, y abrir caminos de inclusión real, tanto en casa como en la escuela.

En este artículo quiero compartirte lo que significa transitar esa doble identidad: madre y docente, educadora y alumna de mis propios hijos, promotora de inclusión y, a veces, también cuestionada. Ojalá mis palabras puedan ayudarte a sentirte acompañada si vives algo similar, o inspirarte a mirar con otros ojos a las familias y docentes que, como yo, habitamos la neurodiversidad desde adentro.


¿Qué significa “neurodivergente” y por qué el término es importante?

Cuando escuchamos la palabra neurodivergente, muchas personas piensan automáticamente en un diagnóstico médico. Sin embargo, el concepto es mucho más amplio y valioso que una simple etiqueta.

Neurodivergente se refiere a las personas cuyos cerebros funcionan de manera diferente a lo que la sociedad considera “típico” o “estándar”. Incluye a quienes somos TEA (autistas), quienes tienen TDAH, TDA, dislexia, dispraxia, entre otras condiciones del neurodesarrollo. No significa “dañado” ni “defectuoso”, significa que la forma de procesar información, sentir y aprender no sigue el molde mayoritario.

En lugar de ver estas diferencias como problemas que hay que corregir, la perspectiva de la neurodiversidad nos invita a valorarlas como parte natural de la variedad humana. Así como no esperamos que todas las flores crezcan iguales, tampoco deberíamos esperar que todos los cerebros funcionen de la misma manera.

¿Por qué es importante usar este término?


Porque nos ayuda a cambiar el enfoque:

  • Pasamos de hablar de déficit a hablar de diferencias.
  • Nos invita a dejar de ver el diagnóstico como algo vergonzoso y comenzar a verlo como una característica más de la identidad.
  • Nos recuerda que la inclusión no es un favor, sino un derecho.

Para mí, hablar de neurodivergencia es una forma de decirle al mundo que mi familia, mis hijos y yo no estamos “rotos”, sino que vivimos y aprendemos desde un lugar diferente… y eso también tiene un valor que merece respeto y comprensión.


La doble mirada: casa y aula

Vivir la adolescencia de mis hijos menores fue, por un tiempo, como estar en medio de una zona de guerra. Nuestro hogar, que siempre quise que fuera un refugio seguro, se convirtió en un lugar donde nadie quería estar. Las emociones estaban a flor de piel, los conflictos eran constantes y, a ratos, parecía que el caos no tendría fin.

Mi hija menor no solo es neurodivergente: además tiene una lesión cerebral que, sumada a sus otros diagnósticos, le ha puesto el camino mucho más difícil. Ha sido duro verla luchar para encajar en una sociedad que no está preparada para recibir a personas neurodivergentes con amor y respeto. No tiene amigos cercanos, y a veces la soledad la golpea fuerte. Sin embargo, eso no define quién es.

Ella es, ante todo, una persona hermosa, llena de buenos sentimientos. Tiene una curiosidad inmensa, sabe muchas cosas y le encanta compartirlas con el mundo. Quiere ser aceptada, quiere ser escuchada. Y cada día nos enseña lo que significa ser valiente y esforzada. Como familia estamos profundamente orgullosos de ella, de su lucha silenciosa y de su capacidad para seguir adelante incluso cuando el entorno no se lo pone fácil.

Desde mi rol de docente, ver estas realidades en casa cambia totalmente la manera en que actúo en el aula. Me ha hecho comprender que detrás de cada estudiante hay un mundo que no vemos, una batalla que quizá ni imaginamos. Por eso, cuando me enfrento a una crisis en clases, cuando veo a un joven perder el control, no solo aplico estrategias técnicas: también pongo el corazón, la empatía y la paciencia que aprendí en mi propio hogar.

Ser madre y docente al mismo tiempo significa que la frontera entre casa y aula se difumina. Lo que vivo en casa me da herramientas para mi trabajo, y lo que aprendo con mis estudiantes a veces me ayuda a acompañar mejor a mis hijos. Es un camino complejo, lleno de retos, pero también de profundas lecciones de amor y humanidad.

Diferencias entre las necesidades en casa y las demandas en la escuela

Aunque se trate del mismo niño, niña o adolescente, lo que necesita en casa no siempre coincide con lo que se le exige en la escuela. Esa brecha es, muchas veces, el origen de tensiones y malentendidos tanto para las familias como para los docentes.

En casa: necesidades emocionales y de contención

En el hogar, la prioridad es que el niño, niña o adolescente sienta seguridad, aceptación y pertenencia.

  • Necesita espacios donde pueda regularse emocionalmente sin sentir que será castigado por ser diferente.
  • Requiere rutinas adaptadas, flexibilidad y apoyos visuales o sensoriales que le ayuden a anticipar lo que viene.
  • Busca validación: que sus padres reconozcan sus esfuerzos más allá de sus resultados.

En casa es el lugar donde tus hijos pueden expresar sus frustraciones sin máscaras, aunque eso a veces haga que los conflictos sean intensos. Allí no hay notas ni comparaciones, solo la necesidad de sentirse amados y comprendidos tal como son.

En la escuela: demandas académicas y sociales

En el aula, en cambio, el foco suele estar en el desempeño y la convivencia:

  • Se espera que el estudiante siga el ritmo de un grupo, cumpla objetivos curriculares y entregue trabajos en plazos definidos.
  • Hay normas de comportamiento que, aunque necesarias, no siempre se adaptan a sus diferencias.
  • Socialmente, se le exige integrarse, colaborar, “encajar” en dinámicas grupales… aunque no siempre cuente con las herramientas para hacerlo.

Como docente, se que muchas veces el sistema escolar mide resultados más que procesos. Y cuando además eres mamá de un estudiante en esa sala, sientes de cerca esa tensión: sabes de lo que es capaz tu hijo, pero también entiendes que las exigencias formales no siempre consideran su manera única de aprender.

El desafío está en tender puentes

La clave es reconocer que estas diferencias no son contradicciones, sino oportunidades:

  • Lo que funciona en casa puede inspirar ajustes en la escuela.
  • Lo que se aprende en la escuela puede integrarse a las rutinas del hogar.

Cuando docentes y familias logran comunicarse y compartir estrategias, el niño, niña o adolescente deja de vivir dos mundos incompatibles y empieza a sentirse sostenido por ambos.


Desafíos emocionales y profesionales

Ser madre de hijos neurodivergentes y, a la vez, docente no solo demanda tiempo y energía, también remueve profundamente las emociones. Hubo momentos en que la frustración y la sobrecarga me llevaron a exigirme mucho más de lo que podía dar. Sentía que tenía que rendir al 200 % en cada rol, como si fallar en uno significara fallar en todos.

Esa presión constante terminó por pasarme la cuenta: desarrollé síndrome de burnout, porque no delegaba responsabilidades y me exigía estar siempre perfecta como madre y como profesional. Fue un punto de quiebre que me obligó a replantearme prioridades y aprender a cuidarme.

Hoy me tomo las cosas con calma. He aprendido que no puedo cuidar de otros si no me cuido primero. Sin embargo, uno de los desafíos más grandes sigue siendo equilibrar la vocación docente con el rol de madre. Es difícil separar los roles, sobre todo cuando enseñas a tus propios hijos y te sientes observada o cuestionada.

Con el tiempo, he llegado a una verdad que me da paz:
Soy una profesional intachable, buena en mi trabajo y en constante aprendizaje sobre inclusión.
Esa certeza me da tranquilidad, me ayuda a poner límites saludables y me convierte en una mejor docente y también en una mejor madre.

Estrategias que me ayudan a cuidar mi salud mental:

✅ Contar con un equipo de salud mental que acompaña a nuestra familia (psiquiatra y psicóloga).
✅ Hablar abiertamente en casa sobre lo que sentimos y vivimos.
✅ Tomar descansos y desconectarme: apagamos los aparatos electrónicos a las 9 de la noche.
✅ Leer, caminar y mantenernos en contacto con la naturaleza y nuestras mascotas.

Cuidarme a mí misma no es un lujo, es un acto de amor hacia mis hijos, mis estudiantes y mi vocación. Porque solo desde el bienestar personal puedo ofrecer lo mejor de mí en cada uno de mis roles.


Aprendizajes que enriquecen la docencia

Vivir la neurodivergencia en mi propia familia ha transformado mi manera de enseñar. No se trata solo de aplicar técnicas nuevas, sino de comprender profundamente lo que cada estudiante necesita para poder brillar a su manera.

Empatía: comprender a otros estudiantes

Cuando acompañas a un hijo neurodivergente, aprendes a mirar más allá de las conductas. Detrás de cada distracción, cada silencio o cada crisis, hay emociones, necesidades y esfuerzos que muchas veces no se ven. Esa mirada me ha permitido ser más paciente y menos rígida en el aula. Hoy escucho más, observo más y busco entender antes de juzgar.

Creatividad: adaptar metodologías pensando en la diversidad

También he aprendido que no existe una sola forma de enseñar. En mi caso, trabajo con la metodología de aprendizaje colaborativo basado en retos, que promueve el trabajo en equipo, la autonomía, la resolución de problemas y la alfabetización digital. Planteo desafíos reales que permiten a los estudiantes usar su creatividad, y eso abre espacio para que cada uno aporte desde sus fortalezas.
Esta forma de enseñar no solo beneficia a estudiantes neurodivergentes, sino que potencia a todo el grupo, porque todos se sienten parte de algo significativo.

Defensa de derechos: promover inclusión desde la experiencia

Ser madre de hijos neurodivergentes también me ha dado una voz que no puedo callar. Conozco de cerca las barreras que enfrentan las familias y los estudiantes, y eso me impulsa a promover la inclusión activamente. Hablo con colegas, propongo ajustes, defiendo la idea de que todos merecen oportunidades reales para aprender y crecer.
No es solo un discurso, es una causa personal que se refleja en cada decisión que tomo dentro y fuera del aula. Es importante informarse de las leyes que protegen a los estudiantes neurodivergentes, por ejemplo:

Leyes en Chile

Ley N° 21.545 – Ley de Autismo (2023)

Establece la inclusión educativa y protección de derechos para personas con TEA.

  • Garantiza educación inclusiva, acceso, permanencia y progreso en todos los niveles, sin discriminación.
  • Obliga a instituciones a implementar ajustes razonables, capacitar a su personal, y promover entornos sin violencia ni discriminación.
  • En educación superior, deben existir mecanismos que faciliten ingreso, formación y egreso de estudiantes TEA.
    Puedes ver los detalles oficiales aquí: (lifeskillsadvocate.com, Biblioteca del Congreso Chile)

Ley N° 20.422 – Igualdad de Oportunidades e Inclusión Social de Personas con Discapacidad

  • Define discapacidad, derechos y deberes estatales.
  • Se aplica en conjunto con la Ley de Autismo para personas con certificación de discapacidad (lo que incluye a quienes tienen TEA)

Ley N° 20.845 – Ley de Inclusión Escolar (2015)

  • Prohíbe la discriminación escolar por características personales o necesidades educativas.
  • Promueve el acceso, permanencia y participación de todo el alumnado.
    Está disponible en el portal de Educación Especial del Mineduc (Senadis, Educación Especial)

Ley N° 20.609 – Ley Zamudio (Antidiscriminación)

  • Protege contra discriminaciones arbitrarias incluyendo aquellas basadas en discapacidad o neurodiversidad.
  • Establece un mecanismo judicial para denunciar discriminaciones en la educación y otros ámbitos (Wikipedia)

Protecciones internacionales

Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) – ONU (2006)

  • Reconoce el derecho a educación inclusiva para personas con discapacidad.
  • Exige que los estados partes adopten ajustes razonables y eliminen barreras para la participación en igualdad de condiciones (sjdr.se)

Convención contra la Discriminación en la Educación – UNESCO (1960)

  • Prohíbe cualquier tipo de discriminación en el acceso y disfrute de la educación.
  • Es un tratado base para avanzar hacia sistemas educativos inclusivos (El País)

Leyes específicas en países como EE.UU. y Reino Unido

  • EE.UU.:
  • Reino Unido:
    • Equality Act 2010 y Children and Families Act 2014 protegen derechos educativos de personas neurodivergentes, garantizando ajustes razonables y apoyo (Neurodiverse You)

El impacto en la comunidad educativa

A veces me pregunto si mis vivencias inspiran realmente a mis colegas y estudiantes. La verdad es que, por mi forma de ser y mi profesionalismo, la mayoría me ve primero como docente antes que como madre. Rara vez exteriorizo mis emociones en el trabajo, y eso puede hacer que mi historia personal no sea tan visible.

Sin embargo, hay momentos que dejan huella. Recuerdo una reunión de colegas en la que defendí con firmeza a mi hija porque sentí que no se estaban considerando sus necesidades reales. Hablé desde el corazón, tal vez con más intensidad de la habitual, y después me disculpé por el tono. Para mi sorpresa, todos me apoyaron. No sé del todo cómo les afectó lo ocurrido, pero esa vez sentí que comprendieron que, detrás de cada protocolo o decisión técnica, hay personas y familias intentando ser escuchadas.

Ajustes que logramos como familia y escuela

En el colegio he trabajado para que se reconozcan las necesidades de mi hija de forma concreta, no solo en palabras bonitas. Gracias a ese diálogo, hemos conseguido:
✅ Que pueda usar su computador para hacer actividades.
✅ Que tenga la opción de grabar sus respuestas en lugar de escribirlas, porque la escritura le resulta muy difícil.
✅ Que se le exija menos calificaciones formales para cerrar el semestre.
✅ Que pueda cerrar el semestre antes para evitar la sobrecarga.

Los profesores que le hacen clases valoran muchísimo su participación oral, su esfuerzo y la calidad de sus aportes en las actividades. Sin embargo, también he visto colegas molestos porque ella asiste solo dos bloques y de forma esporádica. Sé que no todos logran comprender lo que hay detrás de esos acuerdos, pero confío en que poco a poco la cultura de inclusión irá calando más profundo.

Ejemplos de proyectos inclusivos que he impulsado

Mi experiencia personal me ha motivado a ir más allá de mi aula:
En los módulos técnicos he integrado proyectos donde los estudiantes diseñan procesos de Recursos Humanos considerando la inclusión laboral de personas con discapacidad o neurodivergencia.
✨ He elaborado y compartido materiales adaptados para estudiantes con dificultades de aprendizaje, demostrando que los ajustes benefician a todos.
✨ Propuse y llevé adelante un aprendizaje colaborativo basado en retos, donde los equipos deben resolver situaciones reales incluyendo perspectivas diversas, fomentando empatía y creatividad.

Quizá no siempre se note desde fuera, pero cada pequeño cambio, cada conversación con colegas, cada ajuste individualizado para mi hija y para otros estudiantes, es parte de un impacto silencioso pero significativo. No se trata de grandes discursos, sino de acciones cotidianas que poco a poco van construyendo un colegio más inclusivo.


💌 Mensaje final para otras madres y docentes

Si estás leyendo estas líneas porque también eres madre, padre o docente de un hijo, hija o estudiante neurodivergente, quiero que sepas algo importante: no estás sola ni solo. Sé que hay días en que parece imposible equilibrarlo todo, en que el cansancio y la frustración se mezclan con el amor inmenso que sentimos por nuestros hijos o por nuestra vocación.

Ser madre y docente al mismo tiempo no es sencillo. Hay momentos en que uno siente que nunca está cumpliendo al 100 % en ninguno de los dos roles. Pero quiero que recuerdes lo que yo misma he aprendido a fuerza de caídas y aprendizajes: no necesitas ser perfecta, necesitas ser constante y compasiva contigo misma o contigo mismo.

Como docentes, muchas veces somos exigentes con nosotros mismos, pero cuando empezamos a ver que nuestra experiencia personal —incluyendo nuestras vulnerabilidades— nos hace mejores profesionales, algo cambia. Yo también me sentí cuestionada, también me exigí de más, también creí que no estaba haciendo lo suficiente. Hoy, con más calma, puedo decirte:
Ser madre de hijos neurodivergentes me hizo una mejor docente.
✨ Ser docente me dio herramientas para ser mejor madre.

Y esa unión entre ambos mundos es poderosa. Nos permite comprender, defender derechos, proponer cambios y abrir espacios para que más estudiantes se sientan valorados.

Si te encuentras en este camino, permítete pedir ayuda, descansar y celebrar los pequeños logros. Habla con otros, comparte lo que has aprendido, porque cada historia que se cuenta abre una puerta a la inclusión.

💚 A ti, madre, padre o colega que lees esto: no estás fallando, estás construyendo un camino único, valiente y necesario.

Gracias por estar aquí y por creer, como yo, que la educación y el amor pueden transformar vidas.


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